(2) Sus maestros
Eran Niños. – Regresaban de sus colegios de Buenos Aires o Paraná. En el puerto les esperaba el coche de la estancia.
Los tres escolares llegan, se santiguan y zambullen en el flechillal de sus campos. Atrás quedan sus capullos de seda. Salen con alas de ponchos. En el balance de un arisco la tierra reconoce a sus gurises y les prende en los talones dos rodajas de margaritas.